viernes, 24 de enero de 2014

Mi bebé tiene fiebre, ¿qué debo hacer?

Hace algunos días mi niño estuvo enfermo, bueno casi todo el mes, con fiebres sin saber que tenía, siempre se ha dicho que debes tener mucho cuidado con la fiebre especialmente en pequeños, púes bien, encontré un artículo que resumo aquí, de como se mide la fiebre y que hay que cuidar pero sin asustarnos. A mí al principio me daba un poco de cosa tomarla rectal pero es mejor y no hace daño. En fin ojalá les sirva de algo.

El aumento de la temperatura corporal es un signo de alerta, y no de alarma,es muy probablemente que este iniciándose una infección, casi siempre sin consecuencias, en la que la propia fiebre actuará como mecanismo de defensa. Este síntoma suele ser motivo de gran preocupación para los padres. Pero la fiebre por sí misma raras veces es perjudicial y siempre es consecuencia de algo.
La temperatura corporal normal es la expresión de la energía en forma de calor que el organismo produce durante su metabolismo. También es diferente según el lugar en que se mida: la temperatura de la axila es 1.0° más baja que la rectal, pues el cuerpo está más fresco en la superficie que en su interior.

El cuerpo humano dispone de los medios adecuados para mantener su temperatura estable dentro de unos límites bastante precisos. Es capaz de perder calor incrementando la circulación sanguínea en la piel (enrojecimiento) y a través del sudor, de aumentar su producción mediante los escalofríos, o de evitar su pérdida reduciendo a su vez la cantidad de sangre que circula por la piel. La fiebre es una respuesta biológica controlada por el sistema nervioso y es un signo común a muchas enfermedades infantiles.
Se considera normal una temperatura rectal de hasta 37.6°; entre 37.6 y 38°, se habla de décimas, y cuando es mayor de 38° se trata de verdadera fiebre. Muchos de los episodios febriles, duran entre 1 y 3 días y suelen ser provocados por infecciones víricas autolimitadas. Por ello, muchas veces no es necesario administrar antibióticos.
En general, la cantidad de fiebre no está siempre relacionada con la gravedad de la enfermedad (salvo en el lactante pequeño) y no produce efectos indeseables. Es más, las temperaturas menores de 39.5º son muy bien toleradas por el niño. Además, la fiebre puede ser beneficiosa al estimular los sistemas defensivos de nuestro organismo frente a la infección y producir un ambiente hostil para el desarrollo de los microbios productores de enfermedad.
Un 3% de la población infantil puede tener convulsiones febriles producidas por el aumento brusco de la temperatura. Al margen de la angustia que suelen causar en los familiares, las convulsiones febriles tienen unas características benignas, no dejan lesiones cerebrales y no requieren tratamientos posteriores. Por último, dos creencias falsas que conviene desterrar: una, que la erupción dentaria es causa de fiebre y otra, que la fiebre alta puede provocar una meningitis.
La única forma de saber de verdad la temperatura del niño es colocándole el termómetro en el recto. Para ello, ponle boca abajo sujetándole espalda y piernas (puedes lubricar el termómetro con aceite o vaselina) y, sin forzar, introdúcelo 2-3 cm. en el recto por la parte que tiene el mercurio y mantenlo allí durante 2-3 min. Comprime bien las nalgas sujetando el termómetro con la otra mano.
Precaución: no dejes nunca al niño solo con el termómetro puesto, ya que existe la posibilidad de que pueda rompérsele en el interior del recto de forma accidental.
Para bajarle la fiebre se aconseja:
Mantenerlo en un ambiente fresco (alrededor de 20°), con poca ropa y lejos de fuentes de calor como estufas y radiadores. Cuanta más fiebre tiene el niño, más desabrigado debe estar.
Baño en agua: preparar la bañera con unos 10-15 cm de agua a una temperatura de 29-32°. Sin forzar, sostenerlo dentro del agua mojándolo con una esponja durante un periodo de 15-20 min manteniendo constante la temperatura del agua. Controlarle la temperatura 3-4 veces al día, pero no despertarle para ello si está dormido o con aspecto relajado.
Cuando llevarlo al médico:    Tiene mal aspecto y una erupción cutánea rojo-vinosa o hemorrágica, que puede ser desde puntiforme y con pocos elementos hasta múltiple o con grandes zonas moradas. Ha tenido su primera convulsión por la fiebre. Tiene una somnolencia excesiva, no se sostiene en pie, tiene vómitos a chorro y dolores de cabeza intensos junto a rigidez al doblar la nuca. Es un lactante y tiene un llanto débil en forma de gemido o bien es muy agudo y persistente, presentando además la piel pálida o amoratada, o gran postración. Le cuesta respirar o se queja continuamente. Es menor de 3 meses y su temperatura rectal es superior a 39°. La fiebre es alta (más de 39º) y no ha descendido con tratamiento tras un lapso de tiempo de 6-12h. Si la fiebre persiste más de 48 h sin síntomas acompañantes orientativos de su causa, o es superior a 40° en un niño mayor de 3 años, o si reaparece tras un intervalo de 24-48 h. Tiene dolor o escozor al orinar. Tiene antecedentes de convulsiones febriles.
Lo que nunca hay que hacer: Envolver al niño en toallas frías o sumergirlo en agua fría. Hacerle fricciones con alcohol o colonia, ya que puede provocarle una intoxicación etílica por inhalación y absorción por la piel.  Forzarle a comer o beber (aunque sí es bueno ofrecerle líquidos). Administrarle antibióticos sin haber consultado al pediatra. Abrigarle más, aunque esté resfriado. Tomarle constantemente la temperatura.

viernes, 3 de enero de 2014

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